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lunes, 6 de septiembre de 2010

Sobre las cosas a las que renuncié...

(...las que se fueron solas, las que se fueron acompañadas, las que desee que volvieran, las que olvidé que se hubieran ido, las que llegarán y las que -eventualmente- regresarán)

Uf. Ópera en vivo de fondo. Y una que espera no hacer más drama del necesario. Pero así no se puede.
Hace apenas unos días me di cuenta que mi cuerpo se sentía enfermar por cualquier mínimo esfuerzo extra que realizara, como pararme pararme media hora antes, dormirme una después, nadar una vuelta más en la alberca. Hoy por fin encontré la causa: tesis. O mejor dicho casi-fin-de-tesis. Lo que en un par de años no logré, éste por fin está llegando a su conclusión. Y junto con siete dichosas impresiones he de entregar a La Esme un montón de cosas que me he rehusado a dejar ir. Por miedosa, por terca, porque no sé con qué se llenarán mis cajones una vez que estén vacíos o cómo he de ordenar las cosas que sí se han de quedar.
Es todo un tema: ¿cuál es el lugar de las cosas? No quiero que me suceda como con la caja de negativos, por ejemplo, que he tenido a mitad de mi cuarto por dos años o más, tanto así que olvidé que estorbaba el paso y poco a poco acostumbré a mi cuerpo a rodearla.
Todo fuera como mover una caja, pero ¿qué sucederá con mi cuerpo cuando no tenga caja que rodear? ¿Acaso mis pasos serán más felices? ¿O todo lo contrario?

En alguna película no tan buena, cuyo título no recuerdo:
-Look, there's this guy.
-Oh, there is always a guy.


Mi prima sabiamente dijo la otra noche: "hay que aceptarlo, hay gente de la que simplemente vas a estar enamorada, siempre".
No es que todo el drama se trate de una persona. No temo decir que son varias (aplausos) y, bueno, además La Foto*. Algunas que todavía me hacen temblar al nombrarlas. Y vaya que las nombro. Y vaya que ocupan espacio en mi cajón.
Aunque sea una característica imperativa, no debería ser el objetivo de las cosas sólo el ocupar un lugar en el espacio, como tampoco el de la gente sólo permanecer ahí. Como diría Martin "la cosidad de la cosa", "la utilidad de la obra de arte". Además de estar en un pedestal, en un clavo en la pared, en una caja empolvada, ¿de qué más vas a servir, cosa?
¿O de verdad tengo lugar suficiente, corazón tan fuerte, ovarios tan grandes como para permitirles quedarse dentro como si fuera esto un gran estacionamiento?
¿Cuál es el debido lugar de las cosas?

*Sobre La Foto próximamente un texto aparte.




"Mudanza", 2006.

viernes, 16 de julio de 2010

La banca estaba caliente

Al fin, el texto que cierra el libro que constituye mi tesis (a menos de que cambie de opinión en las próximas horas). Ahora nada más me falta terminar el texto que lo justifica. Pffff...Se los dejo aquí, está muy ad hoc con la región, aunque tal vez sería lindo ver todo el libro completo. De alguna forma, ahí la llevamos.
¡Vamos, tesis, vamos!


La banca estaba caliente.

(Alguien, quien aseguró verlo, escribió que el desierto era un niño llorando.)

Lloró tanto que ahora estaba seco y quieto.
Por eso no lo reconocí.
Tampoco él a mí. En cambio me nombró “la loca de la cajita”.
Sobre la banca encontré un lugar para mis piedras dentro de la mochila y partí.

(Otro le respondió que el tiempo no cambia de lugar. Tenía razón.)

Los zapatos apretados. Las llaves de mi padre cuando volvía de trabajar.
El olor a carne asada. Mi madre gritando “la ropa” cuando empezaba a llover. Lucía y Ana debajo de una cobija:

las hojas en blanco
las lagartijas en la mano
las nubes corriendo
el sol derritiendo una crayola azul
los closets eternos
los bailes en el pasillo
el olor a tierra mojada
las piedras entre los dientes
Carmen buscando tarántulas
las cajas de cartón
las carreras de tortugas
los pasteles de fresas
los paseos al videocentro
las gorras de baño
los cuentos de marcianos y frutas doradas
las clases de inglés
los pepinos cocidos
la limonada caliente
resbalar con calcetines
los días de pic-nic
las cosquillas de catarinas
la barda que mandaron pintar
la pared que tapizaron
la que se quedó igual
el autobús tres
la ventana por donde nadie pasaba
la manguera verde
el arcoris bajo la manguera verde
las cheeseburgers
los domingos
las seis de la tarde

martes, 6 de abril de 2010

OTRO LUGAR (BIS)

La primera vez que un navegante divisó en el horizonte un territorio extendido frente a las costas de la actual Sinaloa, en 1534, pensó con seguridad que se trataba de una isla. Fortún Jiménez, quien formaba parte de la tripulación en el segundo viaje de exploración enviado por Hernán Cortés a la Mar del Sur (ahora Océano Pacífico), después de amotinarse y matar al capitán de su barco cambió el rumbo del viaje, separándose de la otra nave enviada, y fue así como llegó las playas de Baja California, justo donde hoy se encuentra la ciudad de La Paz. Sin embargo, poco después de haber desembarcado, y debido al abuso de mujeres así como al saqueo que los marinos llevaron a cabo, hubo un violento enfrentamiento con los nativos en donde Fortún y otros de sus compañeros murieron, aún bajo la creencia de que habían descubierto una nueva isla. Así lo muestran algunos de los primeros mapas del nuevo continente en donde aparecía aquella recién descubierta tierra completamente rodeada por agua.

Se le nombró California, según algunos historiadores, en relación a una famosa novela de caballerías de la época llamada Las Sergas de Esplandián, como una burla a Cortés a raíz de su fracaso en el tercer viaje de exploración que él mismo realizó, cuando trató inútilmente de establecer una colonia en esas tierras que por Cédula Real le pertenecían. En la novela había una isla, la más fuerte de todo el mundo, llena de oro y playas rocosas, poblada por amazonas y donde ningún hombre tenía permitido vivir, que se llamaba, precisamente, California.*

Ésta es la historia del nombre de la calle en que la habité mis primeros 9 años de vida, misma que desconocí hasta hace muy poco y que me ha llevado a una serie de reflexiones pertinentes para el tema que me compete.

Imagino la frustración de Cortés después de invertir cantidades enormes de dinero en tres viajes de exploración hacia un territorio completamente desconocido; aventurándose, como tantos otros exploradores de antaño, a lo ignoto en el tiempo en que los viajes se realizaban antes que el mapa.

Eso debería ser lo que constituyera a un verdadero explorador: aquél que dibujara el mapa con su recorrido. Ese que descubre una isla, ese otro que después de bordear toda la costa encuentra que en realidad se trata de una península. Ese para quien no hay un camino ni destino fijo, sólo territorio y tiempo y todo lo que pueda suceder en medio.

Ahora bien, es importante recordar que quienes realmente trazaban los mapas oficiales eran los cartógrafos, pero la labor de los exploradores era básica, aún cuando se limitara a aportar información que los primeros iban incorporando en su representación del mundo. Su memoria -prodigiosa, imaginativa, parca o borrosa- fue sobre la que se construyó nuestra idea de mundo, así como la de los reyes que nunca conocieron su imperio y la de todos los demás que por una u otra razón no tuvieron o tuvimos la oportunidad de darle la vuelta, de cruzar todos sus mares, de recorrer cada territorio, bordear todas y cada una de sus costas para comprobarlo;
antes de que la aventura se volviera un deporte y la naturaleza un escenario, (…) antes de que los cinturones de seguridad sonaran cuando no están abrochados (…) antes de que googlear se convirtiera en un aspecto de la conducta humana. En los viejos tiempos en que cada segunda persona no era un héroe y cada tercera no era una víctima y cada cuarta no estaba estresada, antes de que tuviéramos una identidad en línea (...) antes de que el nitrógeno líquido se usara para hacer helado instantáneo, antes de que pudieras obtener un expreso en Hamburgo o Milwaukee. Cuando la comida Thai era exótica y el colesterol era sólo una palabra usada para jugar Scrabble (…)**


Sí, de cierta forma aquellos exploradores trazaron los mapas.

* es.wikipedia.org
**Philippe Parreno y Rirkrit Tiravanija. Del soundtrack original de Stories are Propaganda. 2005. 35mm/DVD, 8mn40