sábado, 18 de julio de 2009

Y así un día se fueron.

Los días en que dibujaba hasta tarde, cuando una hoja en blanco era el mejor regalo, las lagartijas en la mano, las plumas de paloma, el sol derritiéndolo todo (una crayola, mis tenis), los zapatos de charol, los eternos closets, los bailes en el pasillo, el olor a tutti frutti, la piedras entre los dientes, el lodo entre los dedos, las carreras de tortugas, los pasteles de fresas, Alejandra Guzmán en el radio, los paseos al único videocentro, las gorras de baño, los libros de inglés, los pepinos cocidos dentro de un toper wear y la limonada caliente, los resbalosos calcetines, la barda que mandaron pintar, la pared que tapizaron, la que se quedó igual, la ventana por donde nadie pasaba, la manguera verde regando un arcoiris a las seis de la tarde, el miedo a los perros, el miedo a la oscuridad, el miedo…

Así un día desperté, miré mi almohada y descubrí una hormiga que llevaba a cuestas su comida, la última morona de las galletas que me había comido tantas noches antes sobre mi cama, tal como me enseñaron que no lo hiciera. Allá lejos iban las demás. Las saludé. Me saludaron. No me llevaron a mí.

(Qué felicidad, Gabito.)

3 comentarios:

Margarita dijo...

¡Adiós! Y que vengan muchas cosas más.

Gatito Biónico dijo...

Como diría el sabio Rafikki
"EL cambio es bueno..."
te quiero

Eugenita dijo...

Significa que tu eres en mandril y yo no!!!