lunes, 29 de junio de 2009

Las palabras

Las palabras volvieron. Volvieron porque tenían que volver. Allá arriba estaban escondidas, se condensaban como nubes y esperaban el mejor momento, el más inoportuno, el día en que caminaba por esa calle donde las casas no tienen techitos para resguardarse; y es larga como las tardes de Chihuahua, y va de subida y el agua baja como un río cuando ríe y me hace reír a mí también y los barquitos piratas viajan corriente abajo mientras se roban unos a otros los tesoros de algún español ricachón, y los otros que naufragan; la misma por donde un día un eucalipto cayó desde el cielo, sobre un auto vacío color amarillo, ahuyentando a los koalas que lo habitaban (porque para cuando encontraron el árbol todos habían desaparecido); ésa por donde el propietario, tras forzar la puerta, tuvo que conducirlo agachado hasta el mecánico mientras todos los vecinos se preguntaban cómo diablos era que posible aquel surco en el techo de un auto (incluso si era amarillo); la calle donde detrás de los arbustos, junto al tercer poste, bajo la tierra habita una tortuga con la cabeza deforme como cono, después de que sus dueños la atropellaran al sacar el auto por la mañana de un lunes de prisas (motivo por el que ella nunca se dignó a volver al hogar, aunque detrás de los arbustos aún los espía). La calle sobre la que, hasta el final, donde dan vuelta las hormigas cuando se mudan de casa al ponerse el sol, hay una casa blanca de grandes ventanas con cortinas rojas y adentro asomada está una niña con ganas de salir descalza a mojarse...

Entonces comenzó a llover. No traía paraguas (parapalabras). Pero hacía tanto calor sin ellas que hoy que han regresado no quiero protegerme de su caudal, incluso si causa –otra vez- estragos. Que no se vayan nunca.
Menos hoy que regreso al desierto. Menos hoy que en este aeropuerto mi acompañante es una mochila enorme y casi vacía (con una cámara y una manzana haciendo eco dentro). Menos hoy que al fin concluyo este viaje de regreso.
No, hoy no. No se vayan. Si necesito convertirme en cactácea, lo haré, me plantaré y esperaré con paciencia a la lluvia.
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Las palabras regresaron y tengo tanto qué decir. Volvieron, como un montón de mariposas, el día en que yo creí que ya no volverían.

3 comentarios:

Margarita dijo...

Cómo no iban a volver, si ahí estaban amotinadas queriendo entrar. ¡Bienvenida sea su frescura en estos tiempos de calor!

s. s. dijo...

me da gusto que vuelvan. Bienvenidas, las esperábamos.

Alberto Juárez dijo...

boniiitas palabraaas!! que vuelvan Euuuu!!!!