Ayer se murió una paloma en mi mano.
Era pequeña. Estaba sobre el pavimento, temblaba y se acurrucaba en ella misma. Yo bajaba la calle camino a la alberca. Oscurecía y aire amenazaba con llevarme, por fin, a mí también lejos del suelo. Creí que tendría un ala rota, así que la tomé con las dos manos y caminé hacia la casa. Pero a los cuatro pasos se agitó de tal forma que terminé por acomodarla sobre un pasto crecido. Y ahí comenzó a aletear, a abrir su pico y a cerrarlo una y otra vez hasta que dejó de hacerlo. La volví a tomar (Palomita, no te mueras). Se movió una vez más.
Nunca había visto a nadie morir así, tan de cerca. Solía siempre llegar demasiado tarde.
Extendió sus alas sobre el verde, su pico abierto se cerró al tiempo que sus ojos. Yo estaba perpleja: fue dolorosamente hermoso.
3 comentarios:
sospecho que algo pasa.
desde hace días me encuentro, en camellones o parques, cadáveres de aves. Ayer fue el colmo, casi en medio de la calle estaba tirado un nido lleno de alas; era como la escena del crimen ya sin el muerto.
Algo pasa.
me entristece.
Burke dice que sólo hay dos momentos donde se asiste a lo sublime: la experiencia erótica y la muerte. En ambas se funde lo finito y lo infinito.
=(
contaminación, cambio climático---> fin del mundo
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